Por: Susana
Junio de 2011
Gracias a Hollywood, Studio Canal y compañía, mi vida es una entera falacia. Sigo esperando a un hombre inteligente, bondadoso, fiel, talentoso, extremadamente churro y millonario que me declare su amor eterno y se oponga a las adversidades solo para estar conmigo, su media naranja.
Y no solo eso, las ‘chick flicks’ nos han llenado de una serie de mitos que, después de casi 30 años de estar probando, como una ‘mythbuster’ desesperada, he desvirtuado una y otra vez. Aquí solo algunos. Aunque tengas un trabajo mal remunerado, podrás darte la vida de Carlota Casiraghi
Todas las protagonistas de comedias románticas –menos Bridget, claro- se visten con ropa hermosa y nunca repiten.
¿O es que Julia Roberts habrá usado mucho saco Zara en sus películas? Además siempre toman taxi en Nueva York, como si sus trabajos como periodistas o chefs les permitieran estar pagando viajes de 15 dólares para arriba, varias veces al día. Y ni hablar de sus apartamentos en Manhattan perfectamente amoblados y todas esas noches que pasan tomando martinis en bares de Soho.
En Bogotá, que es mucho más barata que Nueva York, para tener todo esto a la vez, cada mes, hay que tener un sueldo diez veces mayor que lo que gana cualquier periodista. Yo lo se bien. O me compro las botas Prada y la cartera Ferragamo que quiero, o pago recibos y administración, pero las dos cosas a la vez no se puede, por lo menos no en efectivo. Pero en una ‘chick flick’ tampoco he visto que un cobrador de Datacrédito llame a la protagonista a cobrarle por su cuenta en mora. “Si, señorita Bridget, habla con Wilson Javier Espitia, la llamo de Davivienda a recordarle su obligación con el banco que ya pasó a cobro jurídico”. No, no, no.
Tranquila, no tienes que hacer nada para tener el cuerpo de Halle Berry.
¡¡¡Mentira!!! Los gimnasios solo aparecen en estas películas a veces, cuando la protagonista está teniendo una charla divertida con su mejor amiga. Ninguna de las dos suda, y se bajan de la elíptica rápido. Pero todas tienen culos firmes, cinturas perfectas y panzas planas. Claro, tampoco hacen dieta, porque en las citas con sus galanes siempre van a partidos de básquet o béisbol en los que toman cerveza como condenadas y comen hamburguesas gigantes con doble ración de papas fritas.
La vida real me ha demostrado que nada de esto es verdad. Tener un muslo que no se mueva como gelatina en cada paso cuesta horas de ejercicio, una panza sin ese rollo en la parte baja que ha dejado decenas de años de jeans es imposible de lograr y la cintura no siempre existe, a no ser que te fajes como Tuntankamón en su tumba.
Si te levantas tarde para el trabajo, te pones el jean que está en el piso, te sacudes el pelo y ¡estás lista! No seamos imbéciles. Es posible solo en una película que alguien que se fue de fiesta por la noche, bailó y tiró, se levante y sin el menor atisbo de fealdad y sudor, recoja su jean del piso (quien sabe dónde quedaron los calzones), se ponga su camiseta de afán (como que también se le olvidó el “bra”), se medio bata el pelo y salga corriendo hacia el trabajo con los tacones en la mano. ¡Y luego trabaje todo el día! Pocos saben todo lo que yo tengo que hacer para verme como una diosa por las mañanas, y es mucho más que batirme el pelo. Mucho más.
Los hombres enamorados son creativos y románticos
Nelson Moss le llevó a la moribunda Sara Deever doce regalos de navidad adelantada y le pidió cuidarla en su agonía cancerosa en ‘Sweet November’; Jamie Bennett aprendió portugués y le fue a pedir matrimonio a la Bonita Aurelia en ‘Love Actually’; Hitch llevó a Sara Melas a la isla por la que entró su tata-tatarabuelo a Estados Unidos; y Benjamin Barry persiguió en moto a Andie Anderson cuando ella iba en taxi rumbo al aeropuerto, para pedirle que no lo dejara en ‘How to lose a guy in 10 days’. Si nos atenemos a estas y a otro millar de escenas de chick flicks, el amor sería romántico y los hombres serían todos seres sensibles dispuestos a hacer bellezas por amor. Pues no se si es que me haya encontrado solo con seres insensibles y básicos, pero nadie ha hecho esto, ni mucho menos, por mi. Igual sigo esperando al que lo haga, por que las chick flicks me han dañado la cabeza.
Si estás deprimida, agarra tu maleta y atraviesa el océano
Ay qué rico sería ser Kate Winslet y decir si estoy triste: “este cretino se va a casar, voy a chatear con Cameron Díaz para que me deje su mansión en Los Angeles, tomo un avión y cruzo el océano para desentuzarme. Además viajaré solo con un morral, pero tendré ropa para un mes, con tres vestidos de gala negros, dos rojos, ocho vestidos de baño, dos jeans, plancha para el pelo, tenis, botas guerreras, tacones, cremas, maquillaje y cámara”. No, los viajes de las chick flicks son una mentira. Si yo quiero irme para Londres, tengo que liberar el cupo de mis tarjetas de crédito, rogar en una embajada para que me de la visa y para cuando lo logre, el man ya se habrá casado y tendrá dos hijos.
El amor a primera vista existe, o por lo menos triunfa
De cuántas bellas historias de amor no ha sido testigo Starbucks. Un hombre –churrísimo, por cierto- entra al café afanado, huyendo de la nieve y su mirada choca con la de una bella mujer que está sentada en la mesa que da a la calle. Se miran, él hace la fila para su café y luego le pregunta si se puede sentar con ella, es que se acabaron las mesas. Fin de la historia, amor total.
No se si es que algo pasa con Juan Valdez, si es que acaso es culpa de la mula Conchita, no es muy afín a las historias de amor, pero eso nunca, pero nunca me ha pasado en Bogotá. Y tampoco en un Starbucks. Tampoco he conocido a hombres en restaurantes, ni cuando me he tropezado con alguien caminando de afán por la calle y se me caen los papeles que llevo en la mano. O cuando peleo con alguien por un taxi en la séptima. Y mucho menos la infinidad de veces que he caído estrepitosamente en unas escaleras. Nunca. Esto de estar sola en un bar, que un “especialista en seducción” se le acerque a una beldad latina, charlen dos minutos y ella quede tan flechada como él, solo pasa en ‘Hitch’.
El amor derriba todas las barreras del idioma y el espacio
Ay sí, qué lindo es el amor multicultural. Bello esto de “no hablamos el mismo idioma, pero nos amamos y vamos a vencer todas las barreras”. ¡Popó de toro! Uno no se enamora de alguien al que no le puede decir “no me gusta la sopa de tomate, y menos que te cortes las uñas de los pies con mi cortauñas”. ¿Y qué hacemos si mi “one” vive en Lyon y yo en Bogotá, y por mil razones yo no puedo viajar y él tampoco?, ¿hacemos de Skype nuestro nido de amor?
Definitivamente esa mentira que nos meten chick flick tras chick flick es vulgar. En ‘Cartas a Julieta’ el tibio inglés le dice a Sophie que es capaz de dejar su bella Londres por irse a vivir a la sobrevalorada Nueva York si ella se lo pide. En ‘Notting Hill’, la bella actriz y el aburrido vendedor de libros llegaron al mismo acuerdo y escogieron Londres. No, pues es muy fácil dejar casa, carro y beca por irse detrás de un hombre a un país extraño. Ojalá, entonces, no me enamore de un boliviano, no quisiera irme a vivir a La Paz.
Todos los hombres son churros. Los que no, son muy graciosos
Según Hollywood y Studio Canal, las calles del mundo están llenas de hombres guapísimos, sensibles y con buenas costumbres y listos para el amor, por lo que
uno no entiende cómo les rompen el corazón. Pero basta con salir a la calle real (no a la matrix que se inventan los estudios) para darse cuenta que no hay tal sobrepoblación. Dos ejemplos de cómo los feos son churros en Hollywood son Felipe, el esposo brasilero de Elizabeth Gilbert (‘Eat, pray, love’), quien es en realidad un señor muy adulto con una fealdad promedio, pero en la película es representado por el papacito Javier Bardem. Y Edoardo Saverin, quien es todo menos churro en realidad, se parece más a Borat que a Andrew Garfield, quien hace de él en ‘La Red Social’.
Bueno, y a favor de Borat (no de Sacha Baron Cohen) puedo decir que los feos en Hollywood siempre son súper chistosos y/o buenas papas. Pero nadie, nadie, es feo y cretino a la vez, como sí pasa en la vida real, y puedo dar fe de ello.
El extremadamente rico se puede enamorar de una asalariada que prefiere
las chimichangas a los scargots Este mito de príncipe-plebeya alimentado recientemente por Felipe, Letizia, Kate y William, tiene que estar en el conteo, pero no porque yo crea en él, sino para complacer a muchas lectoras a las que sí se les arrugó un poquito el corazón cuando supieron del compromiso del futuro rey de Inglaterra. Una vez en la fila de una librería oí a una costeña que tenía en su mano la Jet-Set con los novios en la portada decirle a su amiga “ay, se me casó mi príncipe”, y parecía hablar en serio porque ninguna se rió, sino que hicieron gestos y sonidos de lamento.
Pues bien, a todas ustedes les digo: “las chick flicks se les cagaron la vida”. Es que este mito inspirado en ‘Maid in Manhattan’ y las novelas tipo ‘Maria la del Barrio’ es el peor de todos de este listado. Ay, si claro, Alejandro Santodomingo va a dejar a sus novias supermodelos por mi. O aun más romántico, por una vendedora de pescados de Salgar. Y aunque no sea políticamente correcto decirlo: yo no podría meterme con un Santodomingo, pero tampoco con un ex alumno del Inem de Kennedy, simplemente porque con ninguno tendría muchas cosas en común. Ese delirio de cenicienta que busca a su príncipe azul en los bancos de Suiza es arribista e insensato. Al final de las historias de príncipe con plebeya las diferencias salen a relucir, así es la vida. ¿Cómo sería la segunda parte de ‘Maid in Manhattan’? ¿JLo y Ralph de qué hablarían?, ¿dónde pasarían Navidad y año nuevo?, ¿ella le cantaría rancheras y él las musicalizaría con una sonata de Verdi?
Así como yo no puedo con los vallenateros, no creo que un amante de la música clásica pueda con mis gustos musicales (como para solo citar un caso y no hablar de libros, cine, comida, planes y de todo lo real): el tibio de fulard le diría a sus, “Susana es muy básica, prefiere estar gritando con un grupo barato y popular llamado dizque Phoenix y no apreciar la obra lírica de Rameau, qué ignorancia”. Peras con peras y manzanas con manzanas, mis amigas.
A pesar de todo ello, le doy gracias al cielo por las chick flicks, sin ellas nuestra vidas serían aburridas y reales. No soñaríamos ni esperaríamos algo mejor del mundo, aunque a veces tengamos que aterrizar y hacer llamados a la cordura.
Dicho esto, me voy a ver por enésima vez ‘sweet november’, a llorar de amor y a soñar que, si un día me ataca un linfoma, tenga a Keanu para que me jure amor eterno.
¡Qué vivan las chick flicks que se nos cagaron la vida!


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