Elvira por Susana

Por: Susana

junio 22, 2014

Hoy, seis años después de haber decidido abrir el blog, puedo decir que no hay una persona en el mundo con la que pase más tiempo que con Elvira, y que por eso me siento un poco más segura al describirla hoy, que cuando hicimos este ejercicio por primera vez.

Elvira es la vieja más serena que conozco: cero pasiones furiosas que la llevan a tomar decisiones con la cabeza caliente, o llevada por pasiones. Tiene esa habilidad escasa en el país de los machos alfa y las locas de las naranjas, en la que las cosas le afectan poco y por eso puede ir por el mundo sin rencores o pensamientos de esos que dan cáncer. En nuestra vida profesional Elvira es el policía bueno el 98% de las veces. El 2% restante es porque le ruego que se ponga la máscara. Es que yo a veces me aburro.

Elvira, así mismo, tiene una destreza enorme para unir dos puntos, es práctica y puede, fácilmente, encontrarle soluciones sencillas a los problemas. Sin mayor drama. Esto la hace una de las mujeres más creativas que conozco. Es increíble la facilidad con la que se sale de la caja y llega a ideas hilarantes e inteligentes a la vez. También es buena para instalar impresoras, filtros antispam en el blog, para hacer un formulario en Drive en 2 segundos y encontrar apps cool que solo ella entiende o disfruta.

Hoy recalco su hermetismo. Qué dificultad para que hable o para que exprese sus opiniones o sentimientos. Pero cuando uno logra darle esa vueltica a su discreción ¡oh cosas bellas las que encuentra! Elvira puede burlarse de sí misma. También es una mujer sensible y emotiva. Pero ni de riesgos es la Elvira llorona que a veces hemos pintado en la serie.

En nuestra relación no hay drama. Este ha sido uno de los secretos de nuestro éxito fraternal. Sí compartimos frustraciones y problemas, pero hasta cierto punto. Y siempre tenemos muy presente que el “¡amiga, estoy triste buaaah, es que Jose Antonio Maicol me dijo… buaaaaah!” no cabe aquí. Es por eso que hacemos un buen equipo de trabajo. Si hay cualquier conflicto o pelea, sabemos que debemos resolverlo, apegarnos a los argumentos, y nada de “es que me dijiste y yo creí”. En eso somos como futbolistas (pero no como Chilavert).

Algo que envidio de Elvira es su gran oído, de ese que permite hacer acentos pero no bailar. Puede pasar de española a paisa en un segundo, y hacer como un pavo real y como un perrito sin el menor esfuerzo. Se que si no fuera por su miedo escénico y la facilidad con la que se pone roja y se tapa la cara, sería una gran comediante. Elvira es una vieja súper divertida, un buen parche y la mejor co-equipera, vecina, socia que he podido encontrar. Soy afortunada.

En tiempos en los que es fácil concluir que el cosmos y el destino son caprichosos y malvados, pensar en el comienzo de mi relación con Elvira, en lo lejos que hemos llegado y en la forma sencilla y sin misterios como las cosas fluyen con ella, me dice que todo va a estar bien, y que sí es posible encontrar a ese one desprevenido que hace la vida mejor y más sencilla. Yo ya lo encontré, y además es tan inteligente y perspicaz que es la única persona en el mundo que sabe la vehemencia hostil con la que odiaría un show de streaptease con un hombre aceitado y con erección falsa, y por eso tiene palco de honor en mi lista de amigos.

Lo nuestro es como un matrimonio perfecto porque no se desgasta por los debates sobre política, los dramas, y está libre de competencia y egos; pero que hay que alimentar a diario. Nosotros lo hacemos con humor, huevos revueltos y trabajo los domingos.

El mundo es mejor cuando se enfrenta acompañado. Eso también lo sé hoy, seis años después.

enero 3, 2007

Teníamos un gran reto para esta nueva página: hacer nuestras ‘biografías’. Yo, por lo menos, traté de escribir la mía, pero fracasé, como cada vez que lo he intentado. Siempre he sido una completa incapaz a la hora de escribir sobre mi misma y nunca escapo del cliché colegial de “Susana nació una soleada mañana de marzo, en un Bogotá ochenteno en el que el exceso era la moda, y se le daba la bienvenida a un nuevo presidente que hoy es poeta…”.

Como el fracaso se veía venir, se nos ocurrió entonces una bonita dinámica grupal: Elvira escribiría sobre mí, y yo sobre ella, bajo la premisa de ser completamente libres, francas, y sin censura. Les contaré qué tienen que saber de la vida de Elvira, y ella de la mía, y no habrá chance de editar nada. Así que arranco.

Conozco a Elvira hace poco. A pesar de compartir mil escenarios desde hace muchísimos años, nunca ‘intimamos’. Ella dice que yo le ponía el ojo macabro que uso con la gente que no me cae bien o no me interesa. Con Elvira, en efecto, me pasaba esto último, no me interesaba, no me generaba un sentimiento particular.

Es que Elvira es hermética. Con ella siempre se tiene la sensación de no conocerla, de esperar una nueva sorpresa. Ese es parte de su encanto.

No recuerdo cuándo fue la primera vez que cruzamos palabra y descubrimos que tenemos cosas en común. Y son muchas. Alguna vez Pepe Alegría le dijo, con grata sorpresa, que no podía entender cómo nosotras, con dos historias completamente diferentes, podíamos ser tan parecidas.

Y lo somos. Elvira siente el mismo odio visceral por las porristas (un término que robé de mi amiga Poncharela, y que describe muy bien a esas mujeres de voces delgaditas, gritonas y felices que brincan y sufren porque se les partió una uña), usamos groserías para darle contundencia a cada frase, gozamos con las lobas que se echa Bret Michael en cada temporada de ‘The rock of love’, y creemos que las mujeres fuertes somos más chéveres.

Elvira es una mujer fuerte. De esas que no se desvanecen ante las adversidades y creen que es mejor comer calladas. También es súper graciosa y tiene esa habilidad de burlarse hasta de lo más macabro. Es inteligente, y aunque su cabeza esté llena de información, goza como pocas de las charlas triviales.

Aunque su grupo de amigos está formado por muchos seres insoportables de esos que dividen al mundo entre “intelectuales” y “no intelectuales”, ella lucha a diario por salirse del molde. Pero no lo logra del todo, Elvira es una “intelectual”.
Y como intelectual que se respete, está convencida de que bailar vallenato, merengue y todos esos ritmos folclóricos es mundano, y que la música en español tiene poquísimos representantes que valga la pena respetar. Afortunadamente no es radical. Muchas veces la he visto echar ‘ay hombes’ y tratar de mover su cadera latinamente. No lo logra, pero como todo esfuerzo, es sumamente respetable y, sobre todo, divertido.

Hasta hace poco una de las realidades que la definía y que la hacía vulnerable ante las mofas, era que nunca había comido criollo. Mucho egg roll pero poca butifarra. Hasta hace poco probó sobrebarriga con papa chorriada y le gustó. Tanto, que hoy no prueba otra cosa.

Vuelvo al hermetismo de Elvira para explicar por qué se me está acabando el material para este seudoperfil. Se me ocurre, entonces, definirla por lo que no es. Elvira no ha estado casada, no tiene historial con las drogas, no ha pertenecido a una secta, no ha estado en prisión, no ha tenido un padre abusador, ni un novio al que le haya tenido que pagar la fianza. Ahora que lo pienso no podría ser la estrella de un reality. Tampoco se debate entre el amor de una mujer y un hombre. Simplemente le gustan los hombres.

Tampoco ha militado en un partido político; ni tiene un discurso frente a Uribe, ni bueno ni malo. Y tampoco cree que todos los hombres son unos miserables, ni en que los únicos que valen la pena están en el extranjero porque los colombianos son escoria (afortunadamente). Le gusta la sopa y cree en el matrimonio, aunque hasta hace poco declaraba su indiferencia total.

Elvira es una gran vieja. Un poco extraña, de esas que en el colegio odiaban a los ‘populares’, e imposible de definir con una sola palabra. Esto ya debe estar bien claro para los que han seguido sus posts. Puede escribir desde un particular ‘Ifecs del futuro’, hasta la muy íntima historia con su primer tampón. Y siempre, pero siempre, ser una gran sorpresa -de las chéveres- con un bonito corazón.

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